El
DNA es una de las moléculas celulares más susceptible al daño ambiental. Cuando
se afecta por radiación ionizante, el esqueleto de la molécula de DNA sufre con
frecuencia roturas; cuando se expone a diversos reactivos químicos, algunos de
los cuales se generan por el metabolismo de la célula misma, las bases de una
molécula de DNA pueden alterarse de manera estructural; cuando se someten a
radiación de tipo ultravioleta, las pirimidinas adyacentes en las cadenas de
DNA tienden a interactuar entre sí para formar complejos covalentes y crear un
dímero (fig. 13-25). De igual forma, la absorción de energía térmica producida
por el metabolismo es suficiente para eliminar las bases de adenina y guanina
de su unión a los azúcares en el esqueleto de DNA. ¡La magnitud de estas alteraciones
espontáneas, o lesiones, puede reconocerse si se considera que cada célula de un
mamífero de sangre caliente pierde alrededor de 10 000 bases por día! La falla
para reparar estas lesiones produce anomalías permanentes, o mutaciones, en el
DNA. Si la mutación tiene lugar en una célula destinada a ser un gameto, la
alteración genética puede pasar de una generación a la próxima. Las mutaciones
también tienen efectos en las células somáticas (p. ej., células que no pertenecen
a la línea germinal): pueden interferir con la transcripción y la replicación, lo
que causa la transformación maligna de una célula o acelera el proceso por
medio del cual un organismo envejece. Al considerar las consecuencias
potencialmente lesivas de las alteraciones en las moléculas del DNA y la
elevada frecuencia con que suceden, es esencial que las células posean
mecanismos para reparar el DNA dañado. De hecho, las células tienen una amplia
variedad de sistemas de reparación que corrigen casi cualquier tipo de daño al
cual una molécula de DNA es vulnerable. Se ha estimado que menos de un cambio
de base en miles escapa a los sistemas de reparación en una célula. La
existencia de estos sistemas provee un excelente ejemplo de los mecanismos moleculares
que mantienen la homeostasis celular. La importancia de la reparación del DNA
puede reconocerse al examinar las consecuencias que tiene en los seres humanos
el resultado de las deficiencias en la reparación del DNA.
Tanto
las células procariotas como las eucariotas poseen una variedad de proteínas
que recorren extensos tramos de DNA y buscan alteraciones químicas o distorsiones
sutiles del DNA dú-plex. En algunos casos, el daño puede repararse de modo
directo. Por ejemplo, los seres humanos tienen enzimas que pueden reparar de
forma inmediata el daño producido por agentes alquilantes capaces de causar
cáncer. Sin embargo, la mayoría de los sistemas de reparación requiere que la
sección dañada del DNA se elimine, esto es, se remueva de manera selectiva. Una
de las grandes virtudes del DNA dúplex es que cada cadena contiene la información
necesaria para la construcción de su contraparte. En consecuencia, si uno o más
nucleótidos se eliminan de una cadena, la cadena complementaria puede servir
como plantilla para la reconstrucción del dúplex. La reparación del daño del
DNA en células eucariotas es complicada por la inaccesibilidad relativa del DNA
dentro de las fibras de cromatina plegadas del núcleo.
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